¿A que se refiere la aceptación incondicional?
Implica aceptar al cliente tal como es, sin juicios, y valorarlo como persona merecedora de dignidad. Truax y Carkhuff (1967, citados en Goldstein y Myers, 1986) han distinguido varios niveles de aceptación incondicional; en el más alto, el terapeuta acepta al cliente como es, sin imponer condiciones, mientras que en el más bajo evalúa las conductas del cliente, expresa dis- gusto o desaprobación o expresa aprobación de un modo selectivo. En Goldstein (1980/1987, págs. 57-62), pueden verse los cinco niveles de la escala de Truax y Carkhuff con sus correspondientes ejemplos.
Se han distinguido varios componentes en la aceptación incondicional (Cormier y Cormier, 1991/1994; Goldstein y Myers, 1986):
Compromiso hacia el cliente. El terapeuta demuestra su interés y disposición a ayudar al cliente. El terapeuta dedica un tiempo y sus habilidades y esfuerzos para comprender y ayudar al cliente; también se compromete en una relación en la cual dominan las necesidades e intereses del cliente, mientras que las exigencias personales del terapeuta quedan minimizadas. La preocupación por el cliente debe ser genuina (y no simulada; si este fuera el caso, habría que cambiar de terapeuta) y no rutinaria, y el cliente no debe sentirse agobiado ni culpable por la gran dedicación del otro.
Esfuerzo por comprender. El terapeuta muestra este esfuerzo de varias maneras: escuchando atentamente, haciendo preguntas para obtener la visión del cliente sobre sí mismo, sus problemas y el mundo, verificando con el cliente las impresiones que ha obtenido de sus puntos de vista e indicando verbal y no verbalmente interés en comprender estos puntos de vista.
Actitud no valorativa. Es importante que el paciente perciba que se le acepta incon- dicionalmente como persona, sin emitir juicios de valor sobre sus pensamientos, sentimientos y conductas. Esto puede no ser fácil cuando, por ejemplo, una persona dice que está engañando a su pareja, que desea suicidarse o que querría que un hijo estuviese muerto; compárense, por ejemplo, en este último casos dos posibles respuestas del tera-peuta: “la vida con su hijo le resulta imposible” contra “¿no le hace sentir mal llegar a pensar esto?”. Sin embargo, que el terapeuta acepte esto como parte de una persona por la que se preocupa, no significa que lo apruebe.
Por otra parte, aunque ciertas acciones y pensamientos pueden parecer reprobables, hay que mantener una actitud no crítica hacia el hecho de que hayan ocurrido. Esto no quiere decir que no se pueda hacer reflexionar al paciente sobre los pros y contras y consecuencias personales y sociales de los mismos; pero esto debe ser visto como una muestra de interés hacia él y las metas del tratamiento en vez de como críticas o descalificaciones.
Información obtenida de: Habilidades Terapéuticas (Bados & Grau, 2011)